martes, 30 de noviembre de 2010

La Cita (Francia Pérez)

La obra “La Cita” del escritor Edgar Allan Poe, es un relato gótico publicado por primera vez en 1834 y reeditado con algunas correcciones en 1845. Se trata de un cuento muy estudiado debido a que la historia de amor, aparentemente, está basada en la relación de Lord Byron con la Condesa Teresa Gamba Guiccioli.
La historia está atravesada por un amor inconcluso, que desemboca en el suicidio. Pero detrás de esta trama, cuidadosamente urdida por Edgar Allan Poe, subyace toda una concepción artística del amor y sus implicancias éticas.
Al interpretar el texto de Poe, desde el punto de vista de la  estética de la recepción, podríamos hacer hincapié en que la historia transcurre en la noche y que está presente como en otras obras del autor, el agua. La noche oscurece el agua, y el agua nocturna manifiesta erotismo, pero al mismo tiempo se vuelve superficial, pues, no puedo ver su profundidad, es por esto también que de cierta forma, atemoriza. La presencia de ésta provoca un escalofrío que obliga al lector  no abandonar la lectura.
La marquesa es llamada Afrodita, la que representa la belleza femenina en su máxima expresión, además a lo largo de la historia ésta ha representado el erotismo y la fertilidad. En el texto de Poe, al igual que en la estatua Afrodita de Cnidio, la protagonista aparece descalza, casi desnuda, y está tan estática como la estatua misma. Al momento de perder a su hijo en las profundidades del agua oscura, muerta, fúnebre, Afrodita solo mira al horizonte, tal como si hubiera sido hecha de mármol, entregada al destino, buscando su escapatoria en lo que sería su amante, en la prisión de la antigua república.
Ahí es cuando aparece el hombre desconocido, que finalmente es el amante de Afrodita, quien se sumerge a estas aguas oscuras, buscando erotismo, entregándole el mensaje a su amada, el de la aniquilación.  El desconocido quiere suspender el estado de dolor, tiene sentimientos suicidas.
“Pero entonces, desde el interior de aquel oscuro nicho que he mencionado como parte integrante de la prisión de la antigua República -y que quedaba frente a las ventanas de la marquesa-, una silueta embozada avanzó hasta las luces y, luego de hacer una pausa al borde del abismo líquido, zambullóse de cabeza en el canal…” (Edgar Allan Poe, “La cita”)
En el momento en que rescatan a su hijo con vida, la marquesa comienza a temblar, pero se puede percibir que no es por la emoción de ver a su hijo nuevamente con ella, sino que es el nerviosismo de rendirse a los brazos de su amante y aceptar el destino de huir lejos a su lado… a la eternidad.
“-Has vencido -dijo, a menos que el murmullo del agua me engañara-. Has vencido... Una hora después de la salida del sol... ¡Así sea!” (Edgar Allan Poe, “La cita”)
De esta forma, y susurrándole al oído estas palabras, la condesa concertó la cita que definiría sus vidas para siempre… Una hora después de la salida del sol, el desconocido miró el reloj, y bebió vino, del cual le dio a su invitado… y se entregó a los brazos de su amante… en otra vida, tal como lo dijo en sus últimas palabras… y la condesa hizo lo mismo.
“¡Espérame allá! Yo iré a encontrarte.
En el profundo valle” (Edgar Allan Poe, “La cita”)
¿Por qué suicidarse? No soportaba estar lejos de aquella mujer que no era de él, pero que al mismo tiempo le pertenecía. Pero el desconocido le entregó a su hijo, y ella le devolvía con su vida.
Queda la sensación de que el narrador, al beber el vino que le ofreció el desconocido, sufre la misma suerte. 
Edgard Allan Poe, en esta obra, considerada de terror, habla de la muerte de una hermosa mujer, la que quizás refleja una vida llena de amargura, y la pérdida de su esposa y su madre. Al leerla, queda un vacío, tal como sucede con la mayoría de las obras del autor, pero es una sensación que da placer, que penetra en lo más profundo de los sentimientos del lector, que genera una especie de conflicto interno, pero es lo que nos atrae y nos hipnotiza.

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