martes, 30 de noviembre de 2010

R. W. Griswold bajo el entablado de la casa de Poe (Leyla Bravo)

En las presentes líneas dejaré en claro cómo E. A. Poe utiliza sutilmente su literatura como mundo ficticio en el cual poder desarrollar sus acciones y personajes que en su vida cotidiana reprimía. Para ello utilizaré como ejemplo el cuento El Corazón Delator, publicado en enero de 1843 en la revista literaria The Pioneer, haciendo un símil comparativo con la vida de Poe.
     Toda persona que conozca la vida de Poe no lo será desconocida la enemistad que tenía con R. W. Griswold, quien fue su albacea literario y propietario intelectual de sus obras tras su muerte, del cual no podía desprenderse ni cortar lazos ya que la precariedad económica en que se encontraba inmerso y además, sus vicios (alcohol y drogas) le impedían concretar sus deseos de emancipación.
      La gran mayoría de los escritores de aquella época y décadas anteriores escribían para periódicos movidos por la necesidad de subsistencia, de los cuales Poe no es la excepción. Svetan Todorov llama a éstos con el calificativo de escritores artesanos.
    La enemistad antes señalada entre ambos literatos, se basó principalmente en tres causales. La primera de ellas, es el cuestionamiento por parte de Poe a los poetas elegidos (entre los cuales éste formaba parte) para la publicación de The Poets and Poetry of America (Los poetas y la poesía de América) llevada a cabo por Griswold. La segunda, se debe al reemplazo del cargo como editor en Graham´s Magazine y con una remuneración mucho mayor que la que recibía Poe. Y la tercera, no fue otra que una disputa amorosa entre ambos por la poetiza France Sargent Osgood.
    Tres conocidos autores y admiradores de Poe confirman esta rivalidad. Entre ellos Julio Cortázar, Robert Louis Stevenson y Georges Walter, quienes en resumen plantean que Griswold cuando comentó las obras de Poe en la última página de la Memoria, que editó en tres volúmenes, luego de su muerte, describe a Poe como un demente, drogadicto y borracho; fue movido por la envidia y un afán de desprestigio emitiendo calumnias y mentiras. Cabe citar la obra del joven escritor noruego del siglo XX, Nikolaj Fröbenius, La cara del miedo.
    En el cuento El Corazón Delator se puede claramente identificar la figura de Griswold encarnada en el personaje de la víctima. Ya que, coincide en algunas descripciones como la mejor calidad de vida que ambos poseían y su particular ojo celeste que lo compara con el de un buitre “Su dinero no me interesaba. Me parece que fue su ojo. ¡Sí, eso fue! Tenía un ojo semejante al de un buitre... Un ojo celeste, y velado por una tela. Cada vez que lo clavaba en mí se me helaba la sangre. Y así, poco a poco, muy gradualmente, me fui decidiendo a matar al viejo y librarme de aquel ojo para siempre.” (Poe, Edgar Allan, The Pioneer, Boston, 1843, edit. James Russell Lowell).
    Al poner suma atención en la asociación del ojo de buitre, que Poe hace, ha utilizado con precisión la figura más representativa de un ave de rapiña. Una de las principales características que ésta tiene es de no ser capaz de atacar de frente sino que espera hasta que su víctima haya muerto para de esta forma asirse de la carroña. Y Griswold no hizo sino esperar pacientemente a que Poe muriera para apoderarse de todos sus escritos.
    Es por esta razón que el autor desea revertir tal imponente peligro. Y sólo lo lleva a cabo en un mundo ficticio. Valido de la manipulación de un personaje que no es, sino, su propia voluntad materializada en las líneas del cuento. Pero además de este deseo revolucionario, existe uno totalmente distinto. Y me refiero al deseo de expiación por tal impulso. Desea ser descubierto, pero por su propia boca. Y por ello el asesino es un hombre perturbado mentalmente. Quien en un estado de psicosis vive una dualidad acerca de quitarse de encima un mal perturbador. Por un lado, uno que proviene de afuera, y otro que nace de su interior.
   Lo que Poe no puede decir, ni hacer, lo llega concretar en su obra literaria. Y es aquí donde da rienda suelta a sus impulsos más bajos y enfermizos. Según Charles Mauron, cultor y promotor de la psicocrítica[1], establece que para encontrar una verdad en el texto, se debe fijar la atención en las metáforas obsesivas e imágenes que aparecen en la obra y son repetidas a menudo, las que el lector sólo podrá advertir si conoce al autor. Éstas son elementos que en una primera lectura no son percibidas a los ojos del lector. Tomando en cuenta esta técnica, se puede entender el por qué la existencia de dos elementos recurrentes, que nuestro autor utiliza, en otros de sus cuentos y que están presentes tanto en El Corazón Delator como en otros. Un continuo sonido perturbador en La Gota de Agua y el ojo perturbador en El Gato Negro.
    Por estas razones, el hombre descuartizado, que se encuentra oculto bajo las tablas que forman el piso de la casa del asesino, y protagonista del cuento; no es otro, sino, el despreciable (para Poe) R. W. Griswold.


[1] El método de la psicocrítica se ha basado en los postulados de Sigmond Freud. Para Freud “la civilización es represión, pero es una represión necesaria”,  pues dice que en ocasiones si no se refrena la libido, podría llegar el caos y el desorden a la sociedad. De hecho, en la infancia lo que rige según el psicólogo es el “principio del placer”, que luego es sustituido por el principio de la realidad, el cual se aprende en el ambiente de la familia, la escuela, la educación... “La represión del instinto es necesaria”: sin embargo, como todo instinto reprimido, tarde o temprano afloran reacciones o sentimientos por algo que ha estado apresado. Esta floración puede ser consciente (por ejemplo, a través de chistes de contenido sexual) o inconsciente (los sueños en que comemos carne cruda o nos persigue una fiera, por ejemplo, representan  metáforas del apetito sexual). Freud plantea que el escritor intenta resolver sus problemas a través de la literatura, lo que le produce placer en un primer momento: se rige entonces por el principio del placer y no por el principio de la realidad, aunque realmente no soluciona sus conflictos, porque éstos se han de resolver en la realidad y no en la obra literaria. Para Freud éste es un panorama sombrío en el que funciona un “mecanismo de compensación”, de defensa: lo que no le pasa al autor en la vida real le pasa en su obra (su hija Anna Freud trabajó mucho en estos mecanismos).

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